Es la pesadez de un suspiro arrastrado por el letargo
lo que detiene la oscilación
de tu imagen
pendes de la garra de
un búho
sólo para darle
cuerda a lo inmóvil
Nada se parece a tu cadencia.
Nada.
Ella nada (la cadencia) para deleite del sol
y sus giros le dan
inercia a las horas
Te está drenando el orgullo
ese desdén al
esconderte del asedio
los astros sabrán un
himno que sobreescribirá en tus engranes
ya nada sostendrá el discurso que pintaste en la acera iluminada
Los pilares que te erguían serán extintos.
y aunque no tengas
luz
orarás sobre la superficie de una Pléyade.
No estás solo;
tienes una penitencia en el tórax.
Resbalan los hilos de
agua que sobraron del verano
la compañía de una
soga
un millar de
diapositivas con rostros muertos,
veneno diluido en el
celuloide
velado por la luz que
te rehuye.
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