12.7.14

Es posible que la muerte sea mentira

Es posible que la muerte
una noche, apriete el cuello
Una tarde apague la luz
Es posible que la muerte sea mentira
Pero explica el por qué de su garra en mi garganta
Lazo íntimo estrecho
Entre las sombras y un respiro
Si fuma, entierra una tenaza en cada alveolo
Esto es un festejo apocalíptico
Y quisieran todos retirarse
Pero nadie partir
Sin partir el pastel, sin llevarse el pedazo más grande
De partos y partires el mundo no está exento
De la caída de un telón en una obra inconclusa
En una balsa negra
Por un pozo dorado
Escalera sin peldaños
Que ni sube ni baja, se hace polvo
Como el muerto, como lo muerto
Se escalpó el paso
Corriendo sobre una manecilla
Quiso huirle al tiempo
Y antes de extraviarse, el tiempo se perdió
Mientras cosías al dobladillo, una sempiterna pausa
Que nos abandonó con reloj en brazo
No se debería subir a la balsa
Sin antes aprender a remar
Pero quién sabe
Cómo ser un buen muerto
Holgarse la piel y sus leyendas
¿Qué fantasma ha vuelto para darnos un sermón fúnebre?
Ninguno.
Sólo rechinan puertas
Esconden llaves cuando tenemos prisa
Hablan con adolescentes jugando ouija
Arrastran cadenas sobre el techo
Hablan con los perros
Nos dan el mapa de la herencia en un sueño dilatado
Pasan por nuestra espalda como viento gélido
Porque si algo sabe un buen fantasma es
Aferrarse a la vida
Casi tanto o más que un vivo
Que se aferra a los fantasmas
Para que hablen de la muerte
Cómo es ella:
¿Es una ella, es hermosa, o es un él?
Debe ser un él, como toda creatura importante, dice el hombre
Es Caronte, es Hades
Costal de huesos, es Dios y el Diablo o es que nadie vendrá por mí
Si parto en soledad, fantasmas, cuál es el camino corto para depurar el alma
Nadie quiere existir dentro de su cadáver
Y el polvo de estrellas, como dicen los niños
En realidad
Es desperdicio sin barrer
Y si el polvo da alegría
Y si el polvo da alergia
Cuando muera y sea polvo,
Infinitamente me desharé en esporas para hacerte estornudar
Vuelo entre espigas, bacterias, microatómicas aves
Cuál es el camino, cuál hogar, cuál destino a casa
El camino en círculos
Callejón de respuestas
De buscadores disipados
Llamo a La barca como quien pide un taxi
Espero sentada a la orilla del río devorando un pastel entero
Cosquillas en mi laringe
Nubosidad a mis espaldas
Este él o esta ella no ha arribado al encuentro
Debe ser un él, pues me siento abandonada, dice una esposa
La muerte parece una mentira
Camino de vuelta a la fiesta mundana
Para compartir mi pastel
Y esperar que la cita, si existe
Nos tome por sorpresa.





8.7.14

El rostro de la bruma

Estaba esperando en la misma parada, pero esta vez llovía y el techo no servía mas que de anuncio espectacular de cosméticos. 
Mojarse no era opcional, así que lo hice, y traté de enojarme lo menos posible con el cielo por esta húmeda espera. El autobús no pasaba, sólo las horas y cada vez era más tarde. 
Durante el día, el calor había bañado las calles, es por eso que el asfalto soltaba un vapor constante al golpe del agua. 
El vapor: tan espeso y con siluetas casi humanas desprendiéndose del suelo, caminando como una procesión de almas sin pena. 
Miles de fantasmas deambulando, yo sentada en la misma parada y ni un solo auto. Solo yo, sufriendo el tiempo. 
Recaí en hábitos viejos; volví a morderme las uñas. Hubiera fumado pero no había una tienda cerca, no he comprado tabacos desde hace un año y no había nadie a la redonda. 
Bueno, eso creí hasta que volteé a mi lado izquierdo para descubrir tras de una voluta de bruma, un hombre exhalando humo y con la mirada perdida entre el diluvio. 
No me había percatado de su presencia. 
Ahora que lo había notado, me decidí por abrir una conversación con la frase “tendrá un cigarro que me regale”. 
No respondió, sólo exhaló más humo. Fue cuando noté que no fumaba, sólo expedía fumarolas; una tras otra. 
Bajé la mirada y descubrí que sus pies se borraban por cada bocanada liberada. 
Después se diluyeron en la banca sus piernas, se difuminó en el respaldo su torso, hasta que sólo quedó su rostro flotando junto al mío. 
Y cómo aquél era el rostro de la bruma misma, al terminar de exhalarse la presencia por completo, se esfumó y yo, volví a ser sólo yo; una persona esperando en la misma parada debajo de un espectacular de cosméticos que no se corren: sólo la tormenta, el vapor de la calle y los miles de espectros que nos hacen compañía en nuestra profunda soledad.