20.11.25

Sobre José María Velasco de Temascalcingo


Perderse en un bosque

  para encontrarse en un paisaje asimétrico 

  de quien tiene la osadía de reubicar volcanes 


Arrebatarle un suspiro a los parajes

  y retratar postales de un México que muta

porque la historia requiere a quien capture 

su naturaleza huidiza


La técnica realiza un viaje através del mundo: 

Antecede Markó, el maestro húngaro 

que pasa el misterio del retrato al italiano Landesio

quien desde el viejo continente llega a los patios de San Carlos 

  y entrega la venía divina a las manos de Velasco

un tesoro de oro, incieso y mirra para el artista;


la mejor herencia no es necesariamente familiar.


Imita el óleo al paisaje mexiquense;

uno que existió antes de la explosión demográfica.

El Valle de Guadalupe y las praderas, 

ahora sobrepobladas de concreto

quedan plasmadas en su tiempo cúspide, como si fueran monarcas


Cómo no perderse en un cuadro que es también un bosque, una reminiscencia, una obra que nos recuerda lo efímero que es la belleza, 

lo eterno que es el arte, lo valioso que es un pintor.


Hoy en las galerías puedo perderme en el tacto de Velasco, el encanto mexiquense y los trazos de nuestro efímero paso por el mundo. 


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