Perderse en un bosque
para encontrarse en un paisaje asimétrico
de quien tiene la osadía de reubicar volcanes
Arrebatarle un suspiro a los parajes
y retratar postales de un México que muta
porque la historia requiere a quien capture
su naturaleza huidiza
La técnica realiza un viaje através del mundo:
Antecede Markó, el maestro húngaro
que pasa el misterio del retrato al italiano Landesio
quien desde el viejo continente llega a los patios de San Carlos
y entrega la venía divina a las manos de Velasco
un tesoro de oro, incieso y mirra para el artista;
la mejor herencia no es necesariamente familiar.
Imita el óleo al paisaje mexiquense;
uno que existió antes de la explosión demográfica.
El Valle de Guadalupe y las praderas,
ahora sobrepobladas de concreto
quedan plasmadas en su tiempo cúspide, como si fueran monarcas
Cómo no perderse en un cuadro que es también un bosque, una reminiscencia, una obra que nos recuerda lo efímero que es la belleza,
lo eterno que es el arte, lo valioso que es un pintor.
Hoy en las galerías puedo perderme en el tacto de Velasco, el encanto mexiquense y los trazos de nuestro efímero paso por el mundo.
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