Habrá sido la crueldad de la vida misma
que le modificó el semblante
Ahora se inclina su mirada altiva
Pierde el temor de su esencia
con desenfadado
mira los astros en lo profundo de un pozo
Pierde el temor al desprestigio y desfalco,
no rastrea riqueza; corre con hienas:
un hábito fresco adquirido en el salvajismo
al dejar la jornada y perseguir el descanso con tanta prisa
que ni la mente suspende
Ha cambiado, sí
No hay explicación pero ocurrió:
los caídos son los nuevos iniciados
Los locos son las damas creativas de tanto ocio
la balanza de Astrea como subibaja del Olimpo
La injusticia la cantan los vencidos,
los de voces indignadas,
desestimadas y tibias
Pero fiero, intrusivo el destino le cambió el semblante
del trecho abierto no hay retorno
Al que le brota la psique una vez
será considerado demente,
siempre indómito en un mundo dormido.
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