Primero aférrese a una idea que desee compartir.
Después busque coronillas que
parezcan molleras para que la penetración de la idea sea más sencilla, aunque también en cráneos maduros funciona.
Consiga un
martillo.
Centre la idea con los dedos índice y pulgar de la mano
izquierda en un punto de la cabeza, con
la mano derecha sostenga su martillo y golpeé con fuerza la idea para que se
encaje en el cerebro (si usted es zurdo, tome la idea con la mano derecha y el
martillo con la izquierda, será igual de eficiente si aplica las mismas ganas
de influenciar al prójimo).
La primera reacción del individuo será de rechazo, dolor y
enojo; es normal. Que esto no detenga su martilleo insistente.
Continúe constante y con precisión, el individuo poco a poco
aflojará el cuerpo, dejará de estar renuente y la idea se irá albergando con
armonía en la mente como si encontrara un área de confort en la que se acomoda como en un sofá.
Aunque usted crea que la idea ya está integrada al cráneo,
podría salirse a la primera provocación que quisiera interponerse, es por ello
que debe seguir utilizando el martillo hasta asegurarse de que la idea se ha
clavado hasta no dejar ni la punta visible.
Cuando esto se haya logrado, deje de martillear: es momento
de colocar un parche sobre la herida que ha dejado la idea. Este parche evitará
que la idea sea expulsada del cuerpo y a su vez cicatrice con una encarnación
armoniosa.
Le aseguramos que el individuo no recordará lo que le pasó una
vez que el parche haya terminado su función: el individuo en vez de enojarse
con usted por el dolor y trastornos causados a su cabeza, le estará agradecido por sanarle la herida.
Repita la operación con cuanta persona conozca, pero no
pierda tiempo ya que las televisoras tienen taladros masivos con parches más eficientes
llamados publicidad y no queremos que su manipulación llegue antes que la
nuestra y haga que nuestros martillos aparenten ser obsoletos.
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