Intenté robarme un libro de casa de una yonqui que tenía muy
buenos libros
y nula gana de usarlos para algo
más
que no fuera vaciar bolsas de
polvo blanco
partirlo en rayas verticales
perpendiculares
a los renglones del poemario
Lo intenté como la cínica ladrona de libros que soy
pero me descubrieron;
mis dos
mejores amigos me descubrieron
y me reprocharon
robarle libros a la yonqui
que minutos antes nos había puesto en situaciones crespas
A la misma yonqui que nos vendió su colección de porcelana
que nos asaltó a cambio de sus minucias
para comprar más polvo
y más polvo
y mi dinero lo hizo polvo y en venganza le robé un libro…
de hecho fueron tres,
de hecho no los robé, pero lo intenté
Algo de Kerouac, algo de Baudelaire y una antología poética sobre
brujas
Acerqué mi bolso al librero,
Deslicé
suave y precisa los dedos entre el tumulto y
extirpé los ejemplares deseados
ella misma lo dijo: ya no quiero leer, ya no me gusta
escribir
sólo quiero inhalar en calzones, dijo la yonqui, me lo dijo tres
veces
eso me repetía en silencio mientras guardaba uno por uno los
ejemplares en mi bolsa de terciopelo negro con flores sesenteras
Jamás olvidaré la mirada inquisitiva y dolorosa de Diego, de
Demetrio
El reclamo mudo y decepción proyectados en el entrecejo
Ahí lo supe: la yonqui soy yo
la asaltante soy yo
la adicta sin autocontrol
no sólo es ella, ahora soy yo a quien le sudan las manos
no quiero devolver los libros, son ediciones rarísimas,
repetí en mantra
La yonqui nos había dejado solos en el apartamento
Tres, éramos tres
Y ella huyó con los billetes que le dimos y nos dejó
Solos
Entre medio millar de libros selectos que había comprado en
años de viejas glorias
El futuro de esas hojas estaba destinado a la humedad, al
polvo o al fuego
Igual que ella
Que huyó con los billetes y una cuchara quemada en el reverso
Con su abrigo de peluche y su blusa de Velvet Underground
Que inhaló la última línea que quedaba sobre el libro de
Withman
Tomó a un fornido argentino del brazo
y salió del apartamento al que echó
llave al salir
¿?
Los tres miramos el librero
Y la bolsa de terciopelo alternadamente
Deja los libros, Athena
Repiten con distintas entonaciones que retumban en la moral
Deambulo entre la culpa y la adrenalina del robo
Sinceramente, lo más sincera que he sido, lo digo
No quería devolverlos
O pensé en devolverlos y volver a tomarlos a la menor
oportunidad
Mis amigos, los dos más significativos, no me dejaron
Los dejé aparte por si la yonqui tuviera deseos de dinero
fácil
Pero al volver a su apartamento y liberarnos
ella no aceptó el trato;
lo único que ataba a la yonqui al mundo eran esos divinos
libros de poetas malditos
ediciones únicas, importadas, artesanales nacionales, edición
de colección
La yonqui antes de ser yonqui fue poeta y en alguna parte lo
será siempre
Y ella
como yo
sabe que
Desprenderse de un libro no es
dinero fácil;
es que te
saquen sangre,
que te la roben.